Vocablo bien Rosarino
Abelarda

 


Este vehículo Ford carrocería La Unión fué "abelarda" de la línea 1 (luego 110) de la Empresa Empalme Graneros. Aquí lo vemos circular a modo de préstamo en la línea 104 de emergencia tras la desaparición del Expreso Alberdí (Línea A) Foto perteneciente al busólogo Claudio Gazzera, a quién se lo ve en el primer asiento doble.

 

"El Chupete" era un programa de televisión que se dio por Canal 3 entre 1974 y 1976, interrumpido sorpresivamente cuando Alberto Olmedo, su capocómico, hizo anunciar su "desaparición".

En ese programa, había un sketch denominado "El Mago Ucraniano", en donde además de hacer toda clase de monerías, se premiaba a los niños que escribían cartas invitándolos al estudio para montar a Abelarda. Ésta no era otra cosa más que un dragón mecánico (similar a ese potro que había en la Galería Broadway allá por los setenta) que corcoveaba y largaba chorros de vapor (presumiblemente serían matafuegos) por sus fosas nasales.

El funcionamiento de Abelarda fue deteriorándose con el tiempo, y finalmente era desopilante, mientras Olmedo gritaba: "¡Abelarda!!!" cacacterizado de mago ucraniano pero con un acento muy parecido al de Rucucu.

Por lo que sé, ese nombre propio se habría utilizado únicamente en Rosario, para denominar a los colectivos muletos que se empleaban para reemplazar transitoriamente a los titulares que por roturas o francos, no circulaban. En otras ciudades, como por ejemplo Paraná, se los llamaba "auxiliares".

Generalmente se trataba de un coche viejo, cuya dueña era la empresa. Eso le significaba que careciese de toda personalización y adolecía del esmerado cuidado que los componentes le prodigaban a sus propias unidades. Algunos tenían una canaletita de aluminio en los lugares en donde suele estar el número interno. En esa canaletita se le encarrilaban las chapitas con el número de la unidad a la que reemplazaban. Otras veces, les pegaban un papel con la matrícula, y algunas otras, pintaban el número con cal, como las ofertas de una verdulería.

Durante las décadas de 1970 y 1980, toda empresa decente tenía su "abelarda" –o más de una-.

Sin embargo, esa falta de cuidado a la que referíamos párrafos más arriba, devenía en la pronta descompostura de la unidad o en la pinchadura de sus neumáticos (casi siempre gastados) apenas momentos después de iniciado el servicio. Esto era un contrasentido, porque lo más lógico era que un colectivo destinado a reemplazar a otros, tenga cuanto menos tanta confiabilidad como aquél vehículo al cual suplanta. Por lo visto, no era así, y muchísimas veces, terminaban tirados en la calle.


Abelarda moderna: Este coche de la línea 107 de Transportes Baigorria funcionó como abelarda y posteriormente auxilio mecánico tras la desaparición del Mercedes Benz 1114. Foto: Adrián Yodice 2001

También eran utilizados como coches de auxilio, a falta de las camionetas. Llebaban gomas, repustos, y mecánicos que enroñaban todo lo que se ponía a su paso, para disgusto del chofer que luego ocuparía ese asiento, y de los pasajeros que terminaban engrasándose al asirse de los pasamanos.

A fines de 1978, el último Bedford rosarino, el 26 de la Roque Sáenz Peña, dejó esa matrícula para servir varios meses con otra identificación en calidad de "abelarda".

Ya en los 80 y principios de los 90, el 81 de Las Delicias (éste tenía su propio número) era un LO1114/48 carrocería Crovara, y andaba por las tres líneas de la tradicional empresa. Tiempo más tarde se le unió el 82; un coche similar, pero éste fue reemplazado por un Zanello UN960 carrocería Bi Met, ex coche 47, condenado a ser "abelarda" por su escasa confiabilidad como coche titular. Este "82", tenía la particularidad de poseer una turbina con un zumbido agudo de alta frecuencia, pudiéndoselo escuchar a varias cuadras de distancia. Pero la permanencia de este Zanello, aún como muleto, fue efímera, y desapareció como todos sus hermanos.

Con la crisis en el transporte urbano, muchas empresas desaparecieron y las que quedaron en pie, además de dejar de operar como "sociedades de componentes", redujeron sus flotas con lo cual era muy probable que siempre existiese algún coche en el galpón para socorrer a otro titular en apuros. La "abelarda" perdió razón de ser y ya no se justificaba pagar patente y seguro por un coche poco confiable por el que además se podía recaudar unos cuantos pesos vendiéndolo para transporte escolar o de papas.

La "abelarda" fue algo no tan común, pero sí tan folklórico como los colores de las empresas que ya no están o aquellas otras que se han ido modificando por imperio de las circunstancias. Pero bien vale la pena recordar a estos olvidados colectivos que más de una vez nos habrán "sacado del agua".

Mariano Antenore

Rosario - Noviembre de 2003